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LA IGLESIA EN ALEMANIA Y MONSEÑOR LAJOLO

Monseñor Lajolo es el nuevo Secretario de la Sección para las Relaciones con los Estados, dentro de la Secretaría de Estado, sucediendo en esto al nuevo Cardenal Jean Louis Tauran.

¿Quién es Lajolo? Nacido en Novara el 3 de enero de 1935, fue ordenado sacerdote el 29 de abril de 1960, diplomado en Derecho Canónico, ingresó en el Servicio diplomático de la Santa Sede en 1970; con destino en la Nunciatura de Alemania, más tarde participó en el Consejo para los Asuntos públicos de la Iglesia como responsable para Italia y Alemania; posteriormente fue nombrado Secretario de la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica. Pero es a partir del 7 de diciembre de 1995 cuando Monseñor Lajolo, viejo discípulo de Casaroli, ocupa el puesto de Nuncio Apostólico en Alemania, pudiendo ser considerado como uno de los principales responsables del actual desastre doctrinal, disciplinar y litúrgico que se cierne sobre la Iglesia Católica en este país. Una situación trágica y ahora casi desesperada, hasta tal punto que Juan Pablo II, con ocasión del Consistorio de febrero de 2001, pensó que debía enviar a los Cardenales alemanes una carta en la que se manifestaba su extraordinaria inquietud por las «grandes preocupaciones» sobre la situación del catolicismo alemán. La situación que Lajolo deja tras de él, al atravesar de nuevo los Alpes, es la de una Iglesia Católica en gran parte agonizante, a partir de ahora casi autocéfala en la práctica, y sobre la cual la Santa Sede ejerce una autoridad puramente formal y de fachada.

Los portaestandartes del “grupo antirromano”

Analicemos más de cerca la situación alemana, empezando por el episcopado. Ante nuestros ojos están los tristes resultados del Día de las iglesias (28 de mayo al 1 de junio de 2003), encuentro ecuménico que
reunió a católicos y protestantes. Es el fruto de una línea pastoral subyacente (sólo en cierto modo) que recorre el país. Más de dos tercios del Episcopado están en manos de representantes de tendencia secular y de progresistas intransigentes, o más bien de neomodernistas radicales y paraprotestantes.

Los Prelados que se distinguen, dentro de este grupo, son bastante pocos. La mayoría son obispos grises y anodinos que siguen la corriente principal como corderos. Los que se distinguen son los siguientes: el Cardenal Lehmann, titular de la diócesis de Mayence; Monseñor Kamphaus, obispo de Limbrug; Monseñor Wetter, de Munich y Monseñor Lettmann de Münster. Todos éstos son los portaestandartes del “grupo antirromano” (cf. el libro de S.E. Monseñor John Qinn The reform of the Papacy; in The Tablet del 14 de febrero de 1999): para ellos las instituciones de la Iglesia universal son una limitación impuesta desde el exterior, frente a las cuales es preciso reivindicar el máximo de libertad. A estos “portaestandartes” les siguen personajes como el Cardenal Sterzinsky (Berlín), Monseñor Dammertz (Augsburgo), Monseñor Luthe (Essen), Monseñor Saier (emérito de Friburgo), monseñor Homeyer (Hildesheim) y Monseñor Fuerst (Stuttgart). Unidos entre sí por fuertes vínculos de adhesión, forman un grupo compacto y monolítico frente a las “rigideces” de Roma.

El Cardenal Lehmann, cabeza indiscutible del grupo, se presenta a veces con una cierta apariencia de “romanidad” ya que su formación tuvo lugar en el Colegio germano-húngaro de Roma. Este Cardenal es igualmente el representante más destacado de la teología “post-rahneriana”, dominante en ciertos medios teológicos germánicos, y que tanto daño ha causado tras el Concilio. Entre los ex-alumnos del Colegio Pontificio Germánico hay un buen grupo favorable a los obispos neomodernistas: Monseñor Kleinmeilert (auxiliar de Trier); Monseñor Renz, (auxiliar de Rottenburg-Stuttgart) y Monseñor Wetter, arzobispo de Munich.
Es aquí donde entra en escena Monseñor Lajolo. Este italiano, Nuncio en Alemania, ha sido en efecto un gran defensor de la corriente modernista del episcopado alemán. Gracias a los buenos oficios de Lajolo el obispo hipermodernista Walter Kasper llegó a ser en 1999 Secretario del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos. De nuevo fue Lajolo uno de los principales promotores del vergonzoso episodio que tuvo lugar la víspera del Consistorio de 2001, cuando el Papa, algunos días después de haber anunciado la lista de los futuros Cardenales, fue presionado para que añadiesen otros nombres, entre ellos Kasper y Lehmann. En esta ocasión las presiones ejercidas sobre el Papa fueron curiales, eclesiásticas e incluso políticas, sin olvidar la intervención de los obispos ucranianos que, en ese tiempo, preparaban el viaje del Pontífice con la ayuda económica de los obispos alemanes.
Kasper, algunos días después de haber recibido el capelo cardenalicio, fue nombrado Presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos. Y esto no es todo. Se debía ya a Lajolo el nombramiento de Kasper como miembro votante de la Congregación para los Obispos.

Un tándem desastroso

Para mejor delimitar el personaje de Lajolo hay que hacer también mención de su relación con Attilio Nicora, en la actualidad Cardenal y miembro de numerosas Congregaciones. Nicora, junto con Lajolo, fue el responsable de la desaparición de las I.P.A.B. (obras de caridad y hospitalarias de la Iglesia italiana) en provecho de las Regiones. Nicora ha sido también Presidente adjunto y Lajolo responsable (e inspirador) de la Comisión paritaria Iglesia-Estado para la revisión del Concordato con el Estado italiano y la reglamentación de los organismos y bienes eclesiásticos. En esta Comisión Lajolo actuaba como mandatario y representante de la Secretaría de Estado. El resultado de este trabajo de equipo ha sido desastroso. Los dos Prelados cedían en todos los campos (enseñanza, familia, mantenimiento del clero) y gracias solamente a la intervención de los representantes de los seglares católicos en la Comisión pudo evitarse lo peor; la intervención del diputado Gonella y de Monseñor Claudio Morino dio como resultado la subida del porcentaje del 4 por mil al 8 por mil [en ayudas estatales a la Iglesia italiana; n. del e.]. Pero gracias a la propaganda periodística de la “banda” se hizo ver que Nicora fue “el padre del 8 por mil” ¡aunque el mérito correspondía al diputado Gonella y a Monseñor Morino!

Una política “personalista”

Lajolo apunta más alto: sueña con el puesto de Secretario de Estado; sea lo que sea hace todo lo posible para ser bien visto por Roma, evitando cualquier motivo de polémica con las autoridades de la Iglesia a lo largo de las riberas del Rin. El resultado ahí está ante los ojos de todos: estos últimos años la Conferencia episcopal y la Nunciatura han sido tolerantes con los abusos en cuestiones de disciplina, doctrina y liturgia que han devastado a la Iglesia Católica en Alemania. Una línea que parece haber recibido su recompensa a juzgar por la promoción de Lajolo. El neo “ministro de Asuntos Exteriores” del Vaticano mantiene ahora un poder sobre todas las Nunciaturas (y a través de los Nuncios sobre el nombramiento de Obispos y orientaciones de las Conferencias episcopales), e igualmente podrá influir de una forma u otra en el próximo Cónclave sirviéndose de la Nunciatura para presionar así a los Cardenales extranjeros. Además será con toda seguridad miembro de numerosas Congregaciones y Comisiones que le permitirán dominar e influir en una buena parte de la Curia, comenzando por la Comisión del Personal de la Secretaría de Estado que gestiona todos los nombramientos y contratos hechos por la Santa Sede.

Un panorama vergonzoso

El panorama eclesial que Lajolo deja tras de sí en Alemania es vergonzoso. Ha sido necesaria la intervención de dos Obispos para dejar fuera de juego el intento por parte de la burocracia de la Conferencia episcopal de añadir un texto de Lutero como suplemento al Breviario. Un daño inmenso a la integridad de la Fe y a la disciplina universal ha sido causado por ciertos sínodos diocesanos y por determinadas orientaciones surgidas de la conferencia episcopal en los años sesenta y setenta. Por ejemplo, durante el Sínodo de Wuerzburg (1973) fue propuesta la introducción del diaconado para las mujeres y la posibilidad del matrimonio para los sacerdotes. Una tentación que sigue presente entre algunos grupos de sacerdotes y fieles.

Otro fenómeno inquietante es el del papel cada vez más preponderante de los seglares en las estructuras litúrgicas y eclesiásticas: los seglares han sido admitidos en la organización de la jerarquía diocesana, en la dirección de las Parroquias, en los colegios y facultades de teología, con la perspectiva de ser introducidos en ministerios eclesiásticos de más categoría. El resultado es que estos seglares se creen en la práctica que son Párrocos, con tendencia a invadir el terreno de las funciones propias del sacerdote. Además, en los Seminarios, se da prioridad a los candidatos que no tienen inconveniente en ceder el ejercicio del ministerio sacerdotal a los seglares (hombres y mujeres), mientras que se impide seriamente el acceso a aquellos de tendencia ortodoxa, a los que se les propone dejar el Seminario. Inútil es decir que en tal contexto el número de vocaciones ha bajado vertiginosamente en Alemania.

Otro capítulo doloroso es el de la práctica sacramental, lleno de nuevos inventos y aberraciones. En diferentes partes de Alemania no existe ya unidad de culto. Se defiende la “creatividad” y muchas Parroquias se declaran libres para cambiar lo que quieren en la Liturgia, en la Misa, según una tendencia que se ha extendido desde Alemania a otros países de lengua y cultura alemanas, tales como Austria, Suiza, Holanda y en general todo el mundo germánico. Durante las celebraciones se omite a menudo cualquier alusión a la Misa como Sacrificio, presentada exclusivamente como un banquete fraterno. Sacerdotes extranjeros al regresar de Alemania manifiestan cómo en pequeñas comunidades no es raro ver que el sacerdote entregue a cada uno de los presentes (seglar o no) un cáliz (o un vaso) de vino y pan para hacer de la ceremonia “un convite algo más participativo”, según una práctica conocida por las autoridades de la Iglesia en Alemania y que se tolera sin inquietarse demasiado. En los entierros el rito fúnebre se transforma a menudo en una liturgia de la resurrección: no se reza por el eterno descanso del difunto, ni se dice nada sobre lo que les espera al alma y al cuerpo más allá de la muerte, nada sobre el juicio particular, sobre el Purgatorio ni, naturalmente nada, sobre el Infierno. En los últimos treinta años la recepción de los Sacramentos se ha visto disminuir en dos tercios.

No se manifiesta ya el carácter sagrado del sacerdocio: el clero se encuentra, en gran parte, muy mundanizado, viste de “paisano”, más atraído por las vacaciones y una vida cómoda que por el ejercicio de su ministerio. Según esta visión (realista) y basándose en perspectivas humanas, puede afirmarse que dentro de quince o veinte años la Iglesia Católica en Alemania ni existirá ni será visible de forma patente. Y será el Nuncio Lajolo el primer responsable de esta situación.

Otras responsabilidades

Hay que decir que este proceso de autodemolición de la Iglesia en Alemania ha estado a menudo apoyado por miembros de la Curia romana. Bastaría con pasar revista a los nombres de lengua alemana de la Secretaría de Estado, en gran parte defensores de la tenencia modernista y antirromana. Durante estos últimos años estas personas han intentado disimular la gravedad de la situación alemana y han favorecido a los amigos afines a ellos para promocionarlos en sus países y en la propia Curia romana. Ha habido frecuentes encuentros en Roma y en Alemania con Monseñor Franco Marchisano, Monseñor Piero Marini,

Monseñor Francesco Monterisi...

El Nuncio Lajolo parecía no tener otra cosa que hacer sino pensar en la nueva sede de la Nunciatura en Berlín, inaugurada el 29 de junio de 2001 por el Cardenal Sodano, Secretario de Estado. L´Osservatore Romano comentaba el 11 de julio, con humor no buscado, que el nuevo edificio «ofrece una bella imagen de la diplomacia vaticana, reservada pero cercana a la gente, de una noble simplicidad, moderna». Los días 2 y 3 de julio se pudo incluso leer que la nueva sede era «sobria».

Echemos una ojeada a este edificio “simple” y “sobrio”: cuatro pisos en pleno centro de la ciudad, para cuya construcción se presentaron a concurso «siete célebres arquitectos alemanes» (L´Osservatore Ronano, 11 de julio de 2001); el edificio está formado por dos cuerpos unidos entre sí y rodeados de un amplio jardín, con un gran vestíbulo frente al portón de la fachada lateral de la Basílica de San Juan, con salas para encuentros y conferencias, una biblioteca, archivos. Y así mientras que la dramática situación eclesial de Alemania hubiera exigido una intervención inmediata, enérgica y auténtica, el Nuncio Lajolo no se preocupaba del bien de la Iglesia sino de sus necesidades particulares.

Esta “dedicación” ha sido recompensada promoviéndole al cargo de ¡ministro de Asuntos Exteriores del Vaticano! ¿Es posible que hoy en día no se promueva ningún cargo de importancia en la Iglesia del que nos podamos felicitar?


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