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Popoli e Missione

1) ¿Se puede «seguir hablando de misión en Europa del Este», dado que los “misioneros” católicos operan allí «en territorios donde la mayoría cristiana la garantizan otras confesiones cristianas [cristianas]?»
2) Visto que dichas «iglesias cristianas [sic] radicadas allí [...] lo aceptan todo, salvo que se reconozca que necesitan misioneros, ¿cuáles son los destinatarios de la labor misionera de la Iglesia Católica en Europa del Este? ¿Quién, qué, constituye el objeto de tal labor? ». Es menester preguntárselo -agrega Popoli e Missione-, porque «no se puede obrar a ciegas».

Popoli e Missione, revista de “animación misionera” a cargo de las Obras Misioneras Pontificias, mayo del 2002, págs. 19 y ss.: La presencia católica en tierra ortodoxa ¿Cómo ir al Este?.

Basándose en una conferencia de Monseñor Claudio Gugerotti, nuncio apostólico de Armenia, Georgia y Azerbayán, la revista formula dos preguntas relativas a las misiones:

1) ¿Se puede «seguir hablando de misión en Europa del Este», dado que los “misioneros” católicos operan allí «en territorios donde la mayoría cristiana la garantizan otras confesiones cristianas [cristianas]?»

2) Visto que dichas «iglesias cristianas [sic] radicadas allí [...] lo aceptan todo, salvo que se reconozca que necesitan misioneros, ¿cuáles son los destinatarios de la labor misionera de la Iglesia Católica en Europa del Este? ¿Quién, qué, constituye el objeto de tal labor? ». Es menester preguntárselo -agrega Popoli e Missione-, porque «no se puede obrar a ciegas».

¡Perfecto! Pero he aquí ahora la confesión del redactor del artículo: «Tengo la impresión [¿nada más que eso?] de que se trata de preguntas harto nuevas en el ámbito de nuestra concepción misionera tradicional», que «equiparaba a todos los acatólicos a título de destinatarios de la misión»; de ahí que ignorara, añadimos nosotros, los pseudoproblemas que plantea Popoli e Missione (con la ayuda, ¡oh dolor!, del nuncio apostólico de Armenia, Georgia y Azerbayán) sin la menor esperanza de resolverlos.

Para hacer caer las escamas con que estos ciegos voluntarios se cubren las pupilas basta, en efecto, con hacer honor de nuevo al “dogma fundamental” de nuestra santa religión: “Fuera de la Iglesia no hay salvación”. Está claro, entonces, que la presencia de los misioneros en las tierras dominadas por el cisma (y también por la herejía, en cierta medida) es tan necesaria como en las dominadas por el paganismo, porque la Iglesia fundada por Jesucristo es una y única, y sólo en ella hay salvación. También está claro cuáles son los destinatarios de la labor misionera de la Iglesia Católica en Europa del Este: no lo son las sedicentes “iglesias cristianas”, obstinadas y cerradas en su separación de la unidad católica, sino las almas, que gozan del derecho a conocer a la única y verdadera Iglesia de Cristo, de la cual sus antepasados las separaron al separarse ellos.

Así pues, no es la presencia de los “ortodoxos” cismáticos en la Europa del Este lo que les quita toda razón de ser a las misiones católicas, sino el ecumenismo (y no sólo en el territorio de los herejes y los cismáticos); en efecto, si una “confesión” vale lo mismo que cualquier otra; si se conceden patentes de “iglesia cristiana” a las sectas heréticas y cismáticas, olvidando que «niega a Cristo quien no reconoce todo lo que es propio de Cristo» (San Ambrosio); si hasta en las creencias religiosas paganas hay salvación. si, en pocas palabras, se arrincona ecuménicamente el problema de la religión verdadera revelada por Dios, la pregunta adecuada que es necesario formular tocante a “la presencia católica en tierra ortodoxa” no es “¿cómo ir al Este?”, sino más bien “¿por qué ir al Este?”, o, más en general, “¿por qué misionar?”.
 
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