UNA MANIOBRA DE LA FACCIÓN NEOMODERNISTA CONTRA LA DOCTRINA TRADICIONAL DE LA IGLESIA EN MATERIA DE MORAL SEXUAL
1ª PARTE: LA CESIÓN DE UNA PARTE DE LA IGLESIA DOCENTE
1. LA CONTROVERTIDA DECLARACIÓN DEL SECRETARIO DE LA CEE (CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA)
El día 18 de enero del 2005, el secretario general de la Conferencia Episcopal Española (CEE), monseñor Juan Antonio Martínez Camino, se entrevistó con la ministra española de Sanidad y Consumo, la Sra. Elena Salgado, para hablar sobre la mejor manera de hacer frente a la difusión de la pandemia del sida en España y el mundo. Después del encuentro con la ministra, el obispo Camino se reunió, avanzada la tarde, con la prensa española, y respondió a las preguntas de los periodistas. El portavoz de la CEE hizo, según parece (1), las declaraciones siguientes, aunque de una manera no oficial (no se trató de una auténtica conferencia de prensa, ni tampoco de una entrevista acompañada de declaraciones escritas):
a) «Los preservativos desempeñan un papel importante en una prevención integral y global del sida».
b) «La Iglesia católica está muy preocupada por este grave problema, que en España registra 125.000 portadores del virus».
c) La nueva posición de la Iglesia «la avalan propuestas científicas».
Il Manifesto, del 20 de enero del 2005, opinaba, a propósito de las declaraciones de Camino, que quizás se encuadraran éstas en un intento de la iglesia española por recuperar a los jóvenes para la fe, los cuales, al decir de algunos sondeos españoles, se estaban alejando en masa de la práctica religiosa. Es interesante el pasaje del artículo de Il Manifesto en que se describe, entre otras cosas, el “estilo” de las manifestaciones de Camino: «Sus palabras parecían inequívocas en un principio, aunque se acompañaban de cautelas vagas y medrosas, como si él mismo no estuviera seguro de lo que decía: ‘Los preservativos tienen su contexto en una prevención global e integral del sida’; y también: ‘la posición de la Iglesia coincide con la estrategia propuesta por la prestigiosa revista The Lancet: abstinencia, fidelidad y condones’».
Un editorial del diario español El País sintetizaba así todo el asunto: Camino dijo, según este periódico, que se había autorizado a los creyentes a usar el preservativo “en el contexto de una prevención global e integral del sida”. Poco después, el mismo periódico añadía: «De todos modos, en su declaración a la prensa, el precavido portavoz de la Conferencia Episcopal había dado a entender, de manera un manera un tanto anfibológica, que no se trataba de un cambio radical en la actitud de la Iglesia sobre el control de la natalidad por métodos artificiales, sino, más bien, de algo parecido a una licencia provisional y circunscrita, determinada por la gravísima emergencia que constituye la diseminación del sida en ciertas regiones del mundo, sobre todo en África. Y, citando un número reciente de la prestigiosa revista médica inglesa The Lancet [noviembre del 2004], añadió que la Iglesia coincidía con la estrategia propuesta por esta publicación para combatir el sida combinando el uso del preservativo con la abstinencia sexual y la fidelidad conyugal» (El País, 23/01/2005, publicado por La Stampa del 27 de enero del 2005).
Así que éste es, más o menos, el tenor y el contenido de las declaraciones de mons. Camino, siempre en el supuesto de que los diarios refirieran fielmente sus palabras.
Como se echa de ver fácilmente, y como demostraremos en lo que sigue, se trata de afirmaciones gravísimas en una materia moral harto delicada, que se oponen diametralmente al magisterio pontificio y a la Tradición de la Iglesia. Y quien realizó tales afirmaciones no era un cura cualquiera, o uno de tantos teólogos morales "progresistas", sino nada menos que el secretario general y portavoz de la Conferencia Episcopal Española; un hombre, pues, de dilatada experiencia, habituado a pesar las palabras, y consciente, sin duda, de las consecuencias explosivas que podría tener hasta el más ligero error de interpretación de ellas.
No se olvide que hace tiempo que la Iglesia católica sufre en España violentos ataques descristianizadores y anticlericales por parte del gobierno Zapatero (un estadista, recordémoslo de pasada, que parece provenir de una familia de tradición masónica muy marcada). La firmeza de la Iglesia en la defensa de la doctrina tradicional en materia de moral sexual es uno de los muchos puntos de colisión y de tensión, aunque no ciertamente el menos relevante, en cuanto que es uno de los que el gobierno puede explotar con más facilidad para atacar a la Iglesia; de ahí que lo que dijo, al parecer, mons. Camino, podría interpretarse como una especie de intento de tregua, o hasta de compromiso con el gobierno, a cambio de un aflojamiento de la campaña anticristiana de Zapatero (ésta es, sin embargo, una interpretación nuestra, y nada más).
La verdad es que todo estriba en comprender en qué medida los diarios pudieron distorsionar, si tal fue el caso, las palabras de Camino en un sentido que pudiera prestarse a lanzar la noticia sensacionalísima que estalló al día siguiente en los diarios del mundo entero. El asunto de la reprobación de Buttiglione por parte del europarlamento hizo comprender, hasta al menos despabilado, que ciertos grupos de presión se preparan para entrevistas y conferencias de prensa con expedientes diseñados científicamente para poner en apuros al entrevistado, y con preguntas-trampa ideadas para obtener afirmaciones que puedan distorsionarse fácilmente. Nadie puede abstenerse de pensar, mientras no se pruebe lo contrario, que también este desgraciado asunto de mons. Camino tuvo su prólogo secreto. Un elemento a favor de tal interpretación lo constituye la rapidez con que se hicieron eco de la noticia todos los diarios europeos en el curso de poquísimas horas, una velocidad superior, a la verdad, a la del normal proceso osmótico con que las noticias pasan de un país a otro.
Aun admitiendo que se tratara de una “trampa”, ¿quién dice, con todo, que mons. Camino no cayó en ella voluntariamente, que su gesto no fue imprudente y suicida sino en apariencia, que cuanto parece que dijo no gozaba de un aval informal, aunque calificado (de Roma, p. ej.)? El periodista anticlerical Mario Vargas Llosa propugna una interpretación de este tipo, en cuanto que sostiene la existencia de una confabulación: «¿Qué pasó exactamente? Ya se sabrá. Lo único que debe descartarse es una simple metida de pata de monseñor Martínez Camino, cura inteligente y astuto si los hay para resbalar de esa manera, y quien, sin duda, no ha sido más que un chivo emisario sacrificado en una operación de alto vuelo que falló [...] Tengo la convicción de que el condón y sus equivalentes acabarán por ganar la aquiescencia de la milenaria institución y profetizo que el desenlace de esta antigua guerra ocurrirá en un futuro más bien próximo. Veo en este confuso episodio sucedido en estos días en España el vislumbre anticipatorio de la gran revolución, en qu el vaticano bendecirá el condón como terminó, a regañadientes, por bendecir la democracia, la libertad, el mercado que antes anatematizaba en nombre de la fe» (El País, 23 de enero del 2005). En conclusión, se habría iniciado, al decir del escritor peruano, un “gran juego” cuyo baricentro estatégico no estaba en España, sino en Roma, en los palacios vaticanos. Si esta hipótesis tiene algún fundamento es cosa que aclarará el análisis que hagamos de los sucesos posteriores.
2. EL EXTRAÑO PROCESO DE DESMENTIDO/ CONFIRMACIÓN DE LAS DECLARACIONES DE CAMINO
2.1 El desmentido de la Conferencia Episcopal Española
Estalló el caso en la prensa internacional con gran énfasis y resonancia (2), y pasaron veinticuatro larguísimas horas antes de que llegara, con la declaración oficial de la oficina de Informaciones de la Conferencia Episcopal Española, que se difundió avanzada la tarde del 19 de enero del 2005, un signo de desmentido o rectificación por parte de una autoridad eclesial. Algunos diarios italianos hablaron, al referir dicho desmentido (aunque a título de meros rumores, sin aducir ningún elemento de comprobación), de un intenso intercambio de telefonadas “candentes” que, al decir de ellos, se habían cruzado entre el Vaticano y la Conferencia Episcopal Española para ver de manejar el difícil caso y llegar a una retractación.
El texto del desmentido, quizás demasiado largo y prolijo, explica que se habían malinterpretado las apreciaciones de mons. Camino, porque cuando hizo referencia al uso del preservativo sólo pretendía recalcar que éste era un aspecto de la denominada estrategia ABC (Abstinencia, Fidelidad, Preservativo, en inglés), así definida por la citada revista The Lancet. «Esta declaración [sobre el hecho de que el preservativo tiene su lugar en un plan integral de prevención del sida; n. de la r.] debe interpretarse según la mens de la doctrina católica, la cual sostiene que el uso del preservativo constituye una conducta sexual inmoral [...] De acuerdo con estos principios, no es posible aconsejar el uso del preservativo, por ser contrario a la moral de la persona. El único comportamiento que se puede aconsejar es, de acuerdo con la norma moral, el ejercicio responsable de la sexualidad. En conclusión, no es ciertamente verdad, a diferencia de cuanto afirmaron diversos órganos de información, que haya cambiado la doctrina de la Iglesia sobre el preservativo».
Nótese que el desmentido no lo hizo el propio mons. Camino (como habría sido lo lógico), que aquél llegó demasiado tarde, en realidad, y que no se comprometió de manera formal a ninguna autoridad vaticana (lo cual habría sido deseable si se piensa en la resonancia mundial que dio la prensa al presunto “viraje”). Las anomalías del desmentido inducen a pensar que Martínez Camino tenia las espaldas guardadas de algún modo, y que el suyo era un riesgo calculado cuidadosamente, fruto de un acuerdo con alguien en Roma, no sólo en Madrid. En efecto, el núcleo fuerte de sus declaraciones -la doctrina de la Iglesia no cambia, pero el condón puede utilizarse contra el sida en algunas situaciones excepcionales y particularmente graves-, el núcleo fuerte de sus declaraciones, decíamos, gozará de una confirmación sustancial en las declaraciones posteriores de importantes exponentes vaticanos.
2.2 Primera intervención de Roma: la declaración del cardenal Javier Lozano Barragán
Después del incidente español, muchos periódicos se apresuraron a recoger declaraciones de hombres de Iglesia sobre el asunto en discusión. La primera declaración realmente significativa (debido al rango de su autor) fue la del cardenal Javier Lozano Barragán, presidente del Consejo Pontificio para la Salud.
El 20 de enero del 2005 (y, por tanto, al día siguiente al de la declaración de la CEE, que excluía cambios en la doctrina de la Iglesia), el cardenal Barragán concede a Marco Politi, periodista del diario La Repubblica (conocido por sus posiciones agresivamente anticristianas y anticlericales), una entrevista titulada: Castos y fieles, pero contra el cónyuge hay derecho a defenderse (3), en la que formula una serie de observaciones sobre el problema del sida y los contraceptivos que podemos sintetizar así:
a) La Iglesia no cambia ni cambiará nunca sus principios.
b) La posición de los obispos ibéricos es la misma que la de toda la Iglesia: no se acepta el uso de los profilácticos ni siquiera como solución al problema del sida.
c) La doctrina del santo Padre es global y se encamina a combatir el sida con cualquier medio para defender la vida, pero siempre en el ámbito de dos principios: guardar la castidad y no fornicar. Ha de subrayarse, en cualquier caso, que la vida se crea con las relaciones sexuales y en el seno del matrimonio.
d) El uso del condón para impedir la propagación del sida es inaceptable.
Sin embargo, Barragán responde lo siguiente a una pregunta del periodista, que le recuerda un llamamiento que hizo Jean Luc Montagner al Vaticano, en el 1993, para que la Iglesia admitiera el uso del condón contra el sida: «Conozco la situación en África, pero no podemos descender ahora a la casuística. Recuerdo, no obstante, que existe en la Iglesia la doctrina clásica según la cual se puede llegar incluso a matar al agresor para defender la propia vida; es decir: hacer todo lo posible para oponerse a la agresión. Cada uno podrá deducir, pues, cuál sería su conducta en determinados casos. La Iglesia no quiere matar a nadie: sólo pretende defender la vida». Llegados a este punto, el entrevistador pregunta: «Pongamos un ejemplo concreto. Una mujer sabe que su marido está enfermo de sida. ¿Tiene derecho o no a exigirle que use el profiláctico?». Barragán responde: «Pienso que está en su derecho; sí, es derecho de la mujer exigirle a su cónyuge que use el condón».
Si subrayamos antes que era poco creíble que mons. Camino hubiese cometido una imprudencia, así sin más, con mayor razón no podemos pensar que la respuesta de Barragán fuera una casualidad o algo improvisado. Estaba en curso un semiescándalo internacional; la opinión pública reclamaba claridad y los medios de comunicación de masas la habían inducido científicamente a esperar con seguridad un viraje de la Iglesia en sentido permisivo; Barragán leyó el desmentido de la CEE y seguro que tuvo tiempo de preparar la entrevista a La Repubblica y decidir bien y con frialdad qué sesgo dar a las respuestas (visto que era casi matemático que se le formularían preguntas “provocadoras”); de ahí que las afirmaciones del importante prelado resulten realmente desconcertantes, precisamente porque para ellas no vale ya en modo alguno la atenuante del error o de lo que se viene a los ojos ante todo, aun sin analizar detenidamente el asunto según las perspectivas teológico-morales, cosa que haremos en un segundo tiempo, es una estrategia bien delineada: intentar hacer creer a los fieles que las concesiones que los eclesiásticos se aprestaban a realizar no pugnaban con la doctrina perenne de la Iglesia. De esta finalidad ilógica e imposible (una especie de cuadratura teológica del círculo) deriva un pensamiento renqueante, por no decir esquizofrénico; en efecto, después de haber dicho (puntos a, b, c, d) que la Iglesia no cambia sus principios y que el condón sigue siendo inaceptable incluso para luchar contra el sida, Barragán se desmiente a sí propio al afirmar, dando un triple salto mortal teológico, que la exigencia del uso del condón es lícita para defenderse de la injusta agresión del virus del sida (!!!). Así que el cardenal no está de acuerdo ni siquiera consigo mismo, al menos a primera vista; podemos suponer que la confusión, una vez llegados aquí, subió de punto en la mente del clero y de los fieles en lugar de disiparse. Más adelante demostraremos la naturaleza sofística de cuanto aseveró el cardenal.
Una cosa es cierta después de esta entrevista del card. Barragán: que acaso no andaba descaminado quien había tomado la entrevista de Camino por lo contrario de una acción descuidada, es decir, por el comienzo de la ejecución de un plan bien maquinado. En efecto, ¡estamos ante la paradoja absoluta de una alta autoridad vaticana que desmiente de hecho el desmentido que la CEE había dado a las declaraciones de Camino!
2.3 Un pequeño intermedio: Rocco Buttiglione se pronuncia a favor de la tesis de Camino
Entre tanto, se supo por un artículo del Corriere della Sera que el profesor Rocco Buttiglione había declarado, el 19 de enero del 2005, que «La fidelidad es la primera respuesta al sida», y que había añadido lo siguiente: «Sin negar que quien no tiene un estilo de vida sano intente protegerse de algún modo». El diario de la calle Solferino comentaba: «Una postura que parece cercana a la del portavoz Martínez Camino antes de la rectificación».
Buttiglione, como exponente de una concepción ético-política propia del catolicismo liberal, se alinea con la opinión de Camino, pero, de hecho, también con la de Barragán. Y aquí no se puede dejar de recordar que Buttiglione no es un católico cualquiera comprometido en política, sino un conocido intérprete del pensamiento de Juan Pablo II, a quien consagró varios ensayos; un exponente destacado del dominio que hace referencia a Comunión y Liberación (cuyo referente en filosofía fue, por decirlo así, largo tiempo, a latere de don Giussani), y un profundo conocedor del magisterio pontificio sobre la moral matrimonial y sexual (otro tema al cual se deben diversas contribuciones suyas filosófico-teológicas). Así, pues, su declaración a favor, en sustancia, de cuanto había afirmado Camino es particularmente grave, como que proviene no del habitual católico ultraprogresista, más cercano a “Somos iglesia” que al Vaticano, sino de un hombre que goza de la suficiente familiaridad con la curia pontificia como para saber, con razonable certeza, hasta dónde puede llegar con sus afirmaciones. Se trataba de otra señal de que algo se habla movido muy arriba, de que algo había pasado: alguien había dado a entender que era posible levantar algún tanto, aunque con prudencia, la prohibición de la contracepción.
2.4 MONS. CAMINO RATIFICA SU POSICIÓN SIN PREOCUPARSE DEL DESMENTIDO DE LA CEE
La agencia APIC nos informaba en ese momento de que mons. Camino volvía a la carga, en España, el 20 de enero del 2005 (por tanto, el mismo día de las esquizofrénicas declaraciones de Barragán), ratificando su pensamiento y confirmando así que la prensa ibérica no lo había malinterpretado en absoluto el 18 de enero.
Mons. Camino aseveraba lo siguiente en el contexto de esta su segunda declaración:
a) Que «el preservativo debería usarse en personas que no son capaces de tener una relación estable y a sabiendas de que no procura una protección absoluta».
b) Que el preservativo constituye en ciertos casos un “mal menor”.
c) Que legitiman el recurso al preservativo como última opción los casos de:
1) quienes no quieren abstenerse de las relaciones;
2) quienes son incapaces de abstenerse;
3) quienes no pueden ser fieles a una relación sexual en el seno de una pareja-estable.
Esta nueva intervención de Camino parecía ser más atrevida y permisiva aún que la que originó toda la pendencia: comenzaba a articularse un cuadro estructurado de casos y contracasos, se verificaba ya un deslizamiento hacia el plano de las concesiones más diversas y las distinciones sutiles. Pero, sobre todo, Camino parecía hablar con una seguridad propia de sonámbulos, como si le constase que estaba en lo cierto y que gozaba del apoyo sustancial de altas autoridades (en la sombra a la sazón): no habría sido demasiado temerario pensar incluso que estuviera hablando en nombre y por cuenta de alguien, que su papel fuese precisamente el de vanguardia de una subversión mucho más vasta. En pocas palabras, Camino parecía obrar como agent provocateur de importantes sectores del Vaticano; Il Resto del Carlino, del 1 de febrero del 2005, se preguntaba si la “salida” de Camino no había sido «un medio de aquilatar las reacciones».
2.5 EL CARDENAL BARRAGÁN “CRITICA” LAS DECLARACIONES DE CAMINO
El cardenal Barragán, en una entrevista concedida a Il Corriere della Sera (21 de enero del 2005), declaraba, con referencia a las declaraciones hechas por mons. Camino el día anterior sobre los tres casos en que, según él, era lícito recurrir al condón, que dichos tres casos “son inaceptables”, esto es, que no legitiman el recurso al profiláctico.
«El cardenal mejicano [Barragán; n. de la r.] –leemos–, que se halla en servicio en Roma, respondió al ser interrogado sobre el comportamiento de un católico que no respeta la castidad y que usa el preservativo para preservar a sus parejas de todo riesgo: “Yo no quiero entrar en la, casuística”. “Sería menester conocer las circunstancias y las características de la persona antes de juzgar un comportamiento específico” [nótese que, al decir eso, el cardenal afirmaba que el preservativo no era ya inaceptable “en sí”, y que se trataba sólo de valorar en qué casos podía ser utilizado (!). Usarlo no era ya intrínsecamente malo, sino que podía ser un bien en relación con las circunstancias de la persona. Sólo se diferenciaba de la posición de Camino en unos sutiles distingos, pero, evidentemente, la novedad inficionaba también la mente del cardenal]. “Yo considero inaceptable la afirmación de principio”, prosiguió diciendo. Para él, en efecto, “la afirmación teórico-programática [favorable al preservativo; n. de la r.] es contraria a la doctrina”. Interrogado, por último, sobre el hecho de que el asunto del preservativo se discutiera públicamente, el cardenal contestó: “para mí la cosa está clara: el impulso a revisar la norma viene de la revolución sexual”: así que “no puede admitirse en modo alguno tocante al punto principal y determinante de la cuestión”. En efecto, para él “aceptar el preservativo significa aceptar una conducta sexual libertaria y libertina”» (agencia APIC 23/ 4; versión nuestra del francés).
Como puede advertirse, Barragán sigue con sus dobleces, o si se prefiere, con sus incertidumbres y oscuridades: por un lado, parece echárselas de severo censor de mons. Camino, demasiado abierto en sus concesiones; pero, por el otro, también él practica la apertura, aunque sin consagrar siquiera el menor espacio a una elaboración teológica por pequeña que sea. Sea de ello lo que fuere, el ojo atento no puede dejar de apreciar la gravedad de cuanto Barragán está admitiendo: por dos veces ha dicho ya, o dado a entender claramente, en resumidas cuentas, que el uso del condón es lícito en determinadas circunstancias.
Hay que destacar, al menos de pasada, la gran repercusión que tuvieron en esta materia las entrevistas concedidas a diarios laicistas, masónicos, de izquierdas, como La Repubblica e Il Corriere della Sera; por un lado, las entrevistas les permitieron a los obispos y cardenales implicados permanecer en el campo oficioso y no comprometerse con declaraciones formalmente relevantes; por el otro, comunicaron una vasta resonancia a sus palabras y consiguieron el efecto psicológico y cultural último que se habían propuesto eventualmente. En efecto, ningún órgano del Vaticano se pronunciará jamás sobre la materia, a lo largo de todo este desgraciado asunto, de una manera formal y doctrinalmente relevante. Más aún, no saldrá ningún artículo (o “entrevista”) sobre esta materia ni en L'Osservatore Romano ni en Avvenire, que nos parece habrían sido los órganos más apropiados.
No puede pensarse que todo eso fuera una casualidad. En efecto, dado que la resonancia que le dieron al asunto los periódicos y los órganos de información fue máxima y de ámbito mundial, extrañó que Roma no tomara posición de manera formal y autoritativa, sino que, por el contrario, se callara. Fue un silencio que no pudo dejar de interpretarse como asentimiento a cuanto estaba sucediendo; es decir, como la cesión más evidente tocante a la tradicional moral sexual y matrimonial de la Iglesia. Por lo demás, fueron los mismos periódicos los que comenzaron a notar (en algunos casos nos parece que con cierto estupor) que el Vaticano no había efectuado ninguna declaración oficial. Se tiene la sensación, al dar una ojeada a estas entrevistas y notas de agencia, de que las autoridades eclesiales estaban preparando suavemente a la opinión pública para un cambio de paradigma, de que estaban preparando, declaración tras declaración, desmentido tras desmentido, el terreno cultural adecuado para un memorable cambio colectivo de état d'esprit. Por lo demás, las favorecía, en esta su estrategia “aterciopelada” y desarrollada por entero en el ámbito de la oficiosidad, el hecho de que una gran parte del clero (puede que mayoritaria) estuviera en contra, más o menos explícitamente, del magisterio papal en materia sexual (o discrepara de él de algún modo), y también la circunstancia de que un grandísimo número de católicos (probablemente la mayoría, deberíamos decir también aquí), incluso de católicos practicantes, se condujera en el campo de la moral matrimonial como si la Iglesia estuviera equivocada o se hallara atrasada con relación a los tiempos. Por consiguiente, los pastores que osaban practicar aperturas en este campo podían estar seguros apriori de que recibirían más aplausos que reprimendas, de que la gran prensa los apoyaría, y de que se pondría en el índice más bien a quien osara evocar con demasiada fuerza el magisterio constante y la Tradición.
(1) Decimos “hizo, según parece”, en lugar de “hizo”, porque falta precisamente un texto oficial (y, por ende, seguro cuanto a su origen, contenido y significado) de lo que dijo Camino el 18 de enero; sólo poseemos la versión de sus palabras que facilitaron los periódicos españoles, la cual fue reproducida después por la prensa europea (en los días inmediatamente posteriores); de ahí la obligación de emplear expresiones cautelosas respecto a las declaraciones de Camino, porque el primer texto oficial es el de la CEE, difundido al día siguiente de la intervención de Camino, en el que se desmiente cuanto habían aseverado los periódicos.
(2) Avanzada ya la tarde del martes 18 de enero, los medios de comunicación referían la “gran noticia” tocante a un presunto “viraje” de la Iglesia católica en materia de contracepción, y lo hacían con su acostumbrada tosquedad interpretativa, porque no habría sido necesario ningún esfuerzo particular por parte de los periodistas para comprender que las declaraciones de Camino no tenían valor alguno, ni para la Iglesia universal, ni para la iglesia española; valían, a lo sumo, como opiniones teológicas personales, erróneas y escandalosas. Así que no sólo no se habla verificado ningún “viraje”, sino que ni siquiera habría podido darse tal cosa, habida cuenta del papel de Camino y del hecho de que no era él, evidentemente, el responsable de la enseñanza en materia moral de la Iglesia universal.
(3) El texto de la entrevista lo difundió asimismo la agencia de prensa APIC, el 20 de enero del 2005.
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