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EL ISLAM, ¿“AZOTE” DE DIOS?

Recibimos y respondemos

«Estimado Sr. Director:

Ahora que se ha aclarado definitivamente que los atentados que conmocionaron Londres hace tiempo fueron obra de neófitos islámicos, hijos de inmigrantes perfectamente integrados ya con los ingleses, resta por resolver el problema de cómo podemos defendernos en Italia de ataques análogos, que pueden provenir, en cualquier momento, de cualquier frecuentador de las mezquitas presentes en nuestras ciudades.

Así pues, no podemos hacer otra cosa que lamentarnos con retraso e inútilmente por haber dado vía libre, gracias a los ambiguos actos conciliares, al lema publicitario de los “tres monoteísmos” y de la “sociedad multiétnica y multirracial”.

Los árabes -directamente o por medio de personas interpuestas- se apresuraron a aprovechar la ocasión que se les brindaba, desde 1967 ya, de conquistar el occidente cristiano mediante la emigración, subvencionando con petrodólares las campañas abortistas de la década de los 70 y organizando una emigración salvaje de “desesperados”, mahometanos todos a machamartillo. ¿Y qué hizo nuestra jerarquía? Suprimió del concordato la “confesionalidad del Estado” y dio luz verde a la construcción de la mezquita de Roma.

La única esperanza que nos resta ahora es que Italia no se encuentre entre aquellas naciones que han de “perder la fe”, según se prevé en la profecía de Fátima, y que se propague aún más el rezo del Santo Rosario entre las familias y las iglesias».


Carta firmada

Estimado amigo:

Il Giornale del 23 de mayo del 2004 publicó la entrevista que le hizo Stefano Lorenzetto al obispo Cesare Mazzolari, misionero comboniano en el Sudán, en una zona que no estaba a la sazón completamente subyugada por el islam, lo que le permitía todavía cierta libertad de acción y de palabra (no sabemos si éste sigue siendo el caso en la actualidad).

La franqueza y el coraje de este obispo “de frontera” son admirables. Más aún lo son su clarividencia y la conciencia que posee de que no tendríamos tanto que temer de los agarenos si no fuéramos tan malos cristianos. Mucho nos tememos, por el contrario, que el Islam es el “azote” de Dios, como lo fueron a su tiempo los asirios para con el pueblo elegido. Dios terminará por quebrar la “vara”, igual que entonces, pero sólo después de haberla usado para corregir a sus hijos rebeldes.

Un mundo ciego y sordo

«Se está acercando el momento del martirio -dice el obispo-. Espero que el Señor nos dé la gracia de arrostrar esta efusión de sangre. Hace falta una purificación. A muchos cristianos los matarán por su fe, pero de la sangre de los mártires nacerá una nueva cristiandad [...] O bien Dios nos mandará a una persona carismática, capaz de abrir un camino nuevo, o bien permitirá un castigo, una prueba adecuada que nos restituya el juicio. Vivimos en un mundo ciego y sordo. Necesitamos un sacudión tremendo.

D. ¿Convierte usted a muchos musulmanes?

R. Ni por pienso. Acercarse a un islamita significaría condenarlo a muerte. Además, quien se convierte espontáneamente se ve luego forzado a huir; pero se le alcanza y castiga incluso a miles de kilómetros de distancia.

D. ¿Y hay católicos que abracen el islam?

R. Sí, por desgracia. Al menos tres millones se trasladaron al norte empujados por el hambre y tuvieron que pronunciar la shahada, la profesión pública de fe (islámica) (1), para obtener un trabajo. A los conversos se les marca con un hierro candente. Los marcan en una ijada, como a las vacas lecheras, para distinguirlos de los infieles.

D. ¿El Dios cristiano es el Alá de los musulmanes?

R. ¡Nooo! ¿Dónde ponemos en él a la Trinidad? Tampoco Cristo es el mayor de los profetas, ciertamente (para ellos, igual que Cristo no es Dios).

Una acogida propia de calzonazos

D. ¿Exagera quien habla de choque de civilizaciones a propósito del Islam y Occidente?

R. ¡No! Estamos sólo al principio. La Iglesia y [...] apenas está entreviendo ahora el desafío del islamismo [...] de ahí no se sale pensando que nosotros tenemos razón y ellos no. Nos jactamos de una tradición cristiana que no vivimos en los hechos. El moro tiene una constancia en la práctica, en el proselitismo, superior a la nuestra. Ya el mero hecho de enseñarte a decir sukran, gracias, es para él un ejercicio de apostolado, porque el árabe es la lengua del Alcorán.

D. No obstante, muchos de los hermanos de hábito de usted les conceden oratorios a los moros en Italia para que los destinen a mezquitas.

R. Serán ellos quienes nos conviertan a nosotros, no al revés. Sea cual fuere su lugar de asiento, tarde o temprano se vuelve la fuerza política hegemónica. Los italianos le dispensan una acogida propia de calzonazos. Pronto caerán en la cuenta de que los mahometanos han abusado de esta bondad al hacer llegar un número de personas diez veces superior al que se les había concedido. Son mucho más taimados que nosotros. A mí me echan abajo las escuelas y ustedes les abren las puertas de par en par. Si alguien es un ladrón, no le des una habitación dentro de tu apartamento.

Palabras y... hechos

D. ¿Rige la sharia (la ley islámica) en Sudán en toda su integridad?

R. El gobierno fundamentalista sostiene que la aplicará sólo a los islamitas. No se sabe qué le sucedería a un imputado cristiano, visto que no existe el derecho a la defensa jurídica.

D. Roberto Hamza Piccardo, secretario de la Unión de las Comunidades Islámicas de Italia, me dijo que las flagelaciones son simbólicas en Sudán, porque “el fustigador mantiene el Corán bajo el brazo para suavizar los golpes del zurriago”.

R. Conozco a ese señor. Si usted se para a escucharlo, le cuenta otras mil mentiras por el estilo.

D. Me dijo Piccardo que algunas prescripciones de la sharia que se aplican en Sudán, como la amputación de la mano, constituyen “diablurías muy poco frecuentes de jerifaltes locales que vejan a la gentecilla de agua y lana”.

D. No es verdad. Es el Estado el que más aplica la ley coránica, el que
corta manos y pies incluso a los musulmanes, y quien arresta sin pruebas.

D. Me dijo también que el líder Hassen El Turabi, “jurista insigne”, se opone a la aplicación de la pena capital a los apóstatas, es decir, a los mahometanos que se pasan a los infieles, en contra de lo que prescribe el Alcorán.

R. El Turabi es la persona más marrullera del mundo. Es inteligentísimo, es abogado, habla el inglés mejor que los ingleses y el francés mejor que los franceses. Tiene una lengua bífida. Nos llevará siempre al huerto. Le pongo un ejemplo concreto. Se afirma, en la versión en lengua inglesa de la constitución sudanesa, que la religión del Estado es el Islam y que a los demás cultos se les tolera; en la versión en lengua árabe, en cambio, no hay ni rastro de dicha garantía.
D. Pero en noviembre del año pasado, el Turabi fue a felicitar a Gabriel Zubeir Wako, arzobispo de Jartum, primer cardenal sudanés, recién empurpurado a la sazón. Usted mismo lleva 23 años en Sudán y nadie le ha tocado nunca ni un solo cabello.

R. Deberían mirarse también los cabellos que se han vuelto blancos. El castigo mayor que el árabe sabe infligir es la opresión, el sentido de falsedad. Si puede engañarte, lo hace de mil amores. Se jacta de su capacidad para enredarte; llamarlo embustero es hacerle un cumplido. A alguien como Bush el Turabi lo traería del cabestro dónde y cuándo quisiera, por no decir algo peor. Yo prefiero recibir un bofetón a que se mofen de mí y me engañen. Los moros te infunden miedo, te mantienen en un estado permanente de inseguridad.

D. ¿Existe la esclavitud en Sudán?

R. Ellos juran que no. Fueron a decirlo incluso a Ginebra. Sin embargo, mis misiones están llenas de ex esclavos. Rescaté personalmente a 150 en la década de los noventa, pagando por ellos menos de lo que cuesta un perro de raza: 50 dólares por las mujeres, 100 por los varones. Luego dejé de hacerlo porque me di cuenta de que podía convertirse en un circulo vicioso. Los usan como pastores o bien los mandan a servir a las familias árabes acaudaladas de Jartum. Los obligan a frecuentar las escuelas coránicas.

D. ¿Tiene miedo?

R. No haría el trabajo que hago si lo tuviese. Con el miedo no se sobrevive. Cuando me doy cuenta de que uno de mis sacerdotes tiene miedo lo aparto de la misión. Es una enfermedad contagiosa. Le pido a Dios que se me lleve el día en que me vuelva medroso.

D. ¿Volverá a Italia alguna vez?

R. Mi patria es Sudán. Prometí a mis fieles que no los abandonaría ni aun después de muerto. Saben ya dónde deben enterrarme.

D ¿Hay algo que mis lectores y yo podamos hacer por usted, padre?

R. Rezar mucho».

Nota del traductor:

(1) La profesión pública de fe islámica consiste en levantar la mano derecha, ante testigos, manteniendo el puño cerrado pero con el indice extendido, y pronunciar la siguiente fórmula en árabe clásico: «No hay más dios que Alá y Mahoma es su profeta».

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